Siempre quise ir a Cuba. El
descubrimiento del marxismo en la preparatoria, leer el Manifiesto Comunista en
la universidad y haber estudiado en la UAM Xochimilco, me hizo añorar la isla
de la resistencia, enaltecer la figura de la revolución, odiar al rapaz y atroz
capitalismo. Aunque no tenía problema
–sigo sin tenerlo- en usar mi computadora Dell, mis tenis Converse y escuchar a
todo volumen a Nirvana en mi Ipod, en el cual también sonaba –suena- Rage
Against the Machine.
Luego de hacer trámites,
gastar casi el 99.9% de lo que tenía ahorrado, conseguir acompañantes, me
encontré arribando a un aeropuerto más parecido a una central de autobuses,
haciendo cola para pasar la aduana donde un fortachón y mal encarado cubano
sudado me daba la bienvenida con el gusto y calidez de cualquier burócrata.
Nos recogió el transporte de
la agencia de viajes. Mientras
recorríamos el trayecto del aeropuerto al hotel, fui admirando una Habana
estancada en el tiempo. Los automóviles parecían sacados de un museo y de una
película de Hitchcock. Los edificios antiguos llenos de moho y óxido por todas
partes, hicieron exclamar a mi hermana “está bien pinche feo”. Yo sonreí.
Le dije: así se vive la
resistencia. El chofer se rio con justa
razón de mí.
Llegamos a nuestro “hospedaje de 4 estrellas”. Un hotel de los
años 30 que no había recibido mantenimiento desde la Revolución Cubana. Un
botones con un traje de la misma edad que el hotel, pero eso sí muy limpio, nos
recibió con una gran sonrisa blanca. Se
encargó de la maleta de kilos extras e innecesarios de mi hermana. Una simpática mulata explicó los horarios del buffet para el desayuno y uno
que otro detalle que ignoré.
Al llegar a la habitación
saqué de inmediato el itinerario que había hecho con semanas de
anticipación de todos los lugares que debía conocer, el Teatro Marx, el Museo
de la Revolución, la Floridita, el Parque Lennon -donde Chris Cornell se había
tomado una foto-, etc, etc
****************A lo cubano*******************************************
Salimos del hotel
entusiasmados por conocer La Habana. El
botones nos recomendó tomar un tour con su amigo Pepe, un guía que contaba con
su propio automóvil y te cobraba mucho más barato que “los taxis del Estado” o
los paseos para turistas. Me encantó la idea de conocer La Habana en un
automóvil de los años 50 color verde perico. No tardé mucho en convencer a mi
novio y a mi hermana en tomarlo. Acordamos la cita para el día siguiente para
conocer “la verdadera Habana”. Llegó Pepe por nosotros con unas gafas gigantes
Dolce & Gabanna y con la sonrisa que caracteriza a cualquier cubano
dispuesto a ganarse unos cuantos CUC. Cobró por adelantado y le dio su parte al
botones. Nos explicó que los cubanos tienen que ganarse la vida de esa forma,
“todo por fuera”, nada para el Estado. Después entendería esa famosa frase
cubana.
Inició el trayecto.
Emocionadísima le di mi itinerario sacado de googlear lugares que debes conocer en Cuba, Pepe me dijo, “si mami, tranquila,
que yo te voa llevar a conocer la verdadera Cuba, esa que el Estado no quiere que conozcas”.
La primera parada fue una
fábrica de Ron “Legendario”, no tardé en
darme cuenta que a cada lugar que nos llevaba Pepe, era para comprar algo, como
la aplican todos los guías turísticos. No me molestó. Quería comprar ron y ese
es el mejor ron que alguien puede comprar. En la fábrica nos dieron una
explicación detallada, pero nada
interesante, del proceso para hacer ron artesanal como lo hacen desde hace
décadas. Según Pepe la industria está
paralizada y el gobierno no invierte en nada.
Mientras que nos daban la
aburrida charla y sonreíamos como si nos interesara, volteé hacia la caja,
donde una morenaza de fuego cobraba. La chica con una blusa blanca
ajustada que resaltaba sus atributos cubanos –los cuales envidio un poquito y
admiro mucho- me sonrió. Le devolví la
sonrisa. La seguí admirando hasta que tuve que pasar a un cuarto donde estaban
las barricas con una fotografía de Fidel mirando fijamente a la izquierda.
Salimos de la fábrica con
copa en mano y 6 botellas para “los amigos”. En el auto, le pregunté a mi novio
que si había visto a la chica de la caja. Con una sonrisa que me provocó un
poco de celos pero que entendí perfectamente, me dijo ¡seeeeeeeeeé! Todavía sigue mencionándola con sus amigos cuando
recuerda el viaje a Cuba. Estoy casi segura de que se arrepiente de haber ido
conmigo.
Fuimos a la Plaza de la
Revolución, al Parque Lennon, a un bosque o algo así, a la zona donde están
todas las embajadas y donde te das cuenta que en Cuba también hay clases
sociales y desigualdad económica, aunque no tan marcada como en México, pero la
hay; al Capitolio que estaba en restauración desde hace años.
Para finalizar el
recorrido Pepe nos llevó a las “zonas
pobres de Cuba” para que donáramos dinero a las familias que vivían ahí. Tal
acción me causó un poco de indignación. Yo
no los vi pobres. Si vivieran en
México, seguramente el gobierno los consideraría de clase media baja porque
tenían piso firme, 6 focos, estufa de gas y baño. Quisieron causarnos lástima
con el discurso “nosotros no podemos comprar nada”.
Pepe, le dije al guía, ellos no son pobres, en México existe la
verdadera pobreza. Oye chica, bueno, pero nosotros no podemos viajar, ni
comprar nada, respondió. Lo miré fijamente y muy firme le dije: millones de
mexicanos tampoco.
Subimos al auto. Pepe cambió
totalmente con nosotros. La amabilidad que había mostrado durante todo el
trayecto, se había acabado, porque no fuimos lo suficientemente humanos como
las decenas de europeos que lleva a las mismas
casas y donan hasta los tenis que traen. Nos dejó en el centro de La Habana
donde caminamos y fuimos por un Daikiri a La Floridita. Una estatua de
Hemingway enmarca el lugar. Obviamente me saqué una foto echando copa con el
Cazador.
************** Carne de exportación***********************
Mi hermana quería ir a un
antro. Yo sólo había considerado cantinas y bares en el itinerario, pero antros
no. Tuvimos que recurrir a la recepción del hotel para que nos recomendara un
lugar. La
recepcionista –que estoy casi segura que nunca había ido al lugar que nos
recomendó- nos dijo que uno de los lugares más famosos para ir a bailar es la
Casa de la Música.
Después de un baño y buscar el
atuendo adecuado partimos a la Casa de la Música. Pagamos 20 CUC y entramos.
Una banda en vivo y decenas de chicas con atuendos ajustados, muuuuy, ajustados nos recibieron. Inmediatamente los
tres reconocimos el burdel en el que nos encontrábamos. Comenzamos a reír,
pensamos en salirnos, pero ya habíamos pagado.
Decidimos quedarnos.
Nos dieron una mesa cerca de
la pista de baile. Pedimos dos mojitos y una cerveza. Una chica se acercó a mi
novio y le pidió que le comprara una cerveza. Él le dijo que venía acompañado y
me señaló. La chica me miró con desprecio y exclamó:
¡trajiste sándwich al buffet! Yo no supe si reír o llorar. Preferí lo primero,
aunque toda la noche me sentí exactamente así como un sándwich entre tanta
carne de exportación.
********** Al pie de la letra*******************************************
En los próximos días de
nuestra estancia en la Habana seguimos el itinerario al pie de la letra. Vimos
el busto de Lázaro Cárdenas en la Universidad de La Habana, conocimos de cerca
la triste museografía del Museo de la Revolución, nos echamos un Negrón en el
bar donde Fidel y El Che se reunían. Subimos
a la guagua (el camión cubano), nos sentamos en las plazas a escuchar Chan
Chan; compré muchas películas cubanas. Mi hermana y mi novio bebieron café y
fumaron puros como si no existiera el mañana -yo soy tan ñoña que soy alérgica
a ambos. Nos hicieron una limpia en el Callejón del Hamel, comimos en un paladar una
deliciosa langosta con moros y cristianos…
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