lunes, 20 de julio de 2015

Mi psicoanalista y YO



No espero un pastel ni un regalo de mi psicoanalista. Pero pronto voy a cumplir dos años en terapia. No recuerdo exactamente la fecha, si las circunstancias por las que decidí ir. 

Encontré a mi psicoanalista por casualidad. Un excompañero me lo recomendó, me dijo que era uno de los mejores. Le llamé por teléfono y su voz me gustó. Hice una cita “muestra” y tuvimos química terapéutica. 

El recorrido de conocerme ha sido tortuoso.  En mis relatos que me cuento y le cuento hay risas, lágrimas y muchaaaaaaa saliva. El psicoanálisis me ha ayudado bastante.  Ahora lo recomiendo como si fuera Herbalife o cualquier producto piramidal. 

Un artículo de El País, me hizo pensar acerca de mi terapia. Sobre todo las palabras de J. M. Coetzee:
¿Qué relación tenemos con la historia de nuestra vida? ¿Somos el autor consciente, o debemos considerarnos meramente una voz que emite un torrente de palabras procedente de nuestro interior? Sobre todo, dado el volumen de recuerdos que almacenamos, ¿qué deberíamos dejar fuera cuando contamos esa historia, sin olvidar la advertencia de Freud de que lo que decidimos omitir puede ser la clave de nuestra verdad fundamental?”.

“Desde el punto de vista del terapeuta, ¿debemos exigir al paciente que afronte la verdad sobre sí mismo o, por el contrario, nuestra profesión nos da libertad para colaborar o conspirar con el paciente a la hora de crear un relato de su vida --una ficción, sin duda, pero una ficción fortalecedora-- que le haga sentirse a gusto consigo mismo, lo bastante bien como para salir al mundo y ser capaz de amar y trabajar?

En nuestra cultura liberal y postreligiosa, tendemos a pensar en la imaginación narrativa como una fuerza benigna que está en nuestro interior. Pero existe una opinión opuesta, que la imaginación es una facultad que utilizamos para elaborar, para nosotros y nuestro círculo, el relato que más nos conviene, un relato que justifique cómo nos hemos comportado en el pasado y cómo nos comportamos en el presente, una historia en la que nosotros solemos tener razón y los demás suelen no tenerla.

¿Yo estaré contándome un relato que me haga ser funcional? Antes de la terapia, era un manojo de nervios. Sufría ataques de ansiedad y depresión repentinamente. Sin ninguna causa aparente. En la terapia me obligué –me obligo- a hablar más allá de lo que cuento a mis seres cercanos. 

Descubrí varias prácticas autodestructivas y flageladoras que ahora trato de corregir. No todas las he logrado vencer ni controlar. Algunas siguen presentes o regresan en determinados momentos. Pero ahora las identifico y trato de trabajarlas. 

¿Pero que estaré omitiéndome? ¿Cuál es el recuerdo suprimido? ¿Mi psicoanalista realmente me está exigiendo afrontar “la verdad” o, por el contrario, conspira y colabora conmigo para crear un relato de mi vida que me ayuda a salir al mundo?

Sinceramente creo que ambas cosas. Mañana lo voy a cuestionar arduamente. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario